Valores: Fiel, Lleno del Espíritu Arraigado
Todo el que cree que Jesús es el Cristo ha nacido de Dios, y todo el que ama al padre ama también a sus hijos. Así, cuando amamos a Dios y cumplimos sus mandamientos, sabemos que amamos a los hijos de Dios. En esto consiste el amor a Dios: en que obedezcamos sus mandamientos. Y estos no son difíciles de cumplir, porque todo el que ha nacido de Dios vence al mundo. Esta es la victoria que vence al mundo: nuestra fe. — 1 Juan 5:1-4, NVI
NOTAS DE PLANIFICACIÓN
Después de dos semanas de argumentar que lo que parecía sencillo era en realidad más complejo de lo que parecía, ahora cambiamos de dirección y aseguramos al equipo de planificación del culto que «atender a las ordenanzas de Dios» no es tan difícil como podríamos pensar.
Si usted se familiarizó con las Reglas Generales desde que el Obispo Rueben Job publicó el libro Tres Reglas Simples, entonces se preguntará de dónde salió ésta. En realidad, la mejor pregunta es: «¿Cómo pasó el obispo Job de “Atender a las ordenanzas de Dios” a “Permanecer enamorado de Dios” como su tercera regla general?». El estaba más interesado en el objeto que en el proceso. No se puede discutir con el obispo Job que la intención de la tercera regla era cultivar una pasión viva por Dios y por el mundo que Dios creó. Wesley también quería que el pueblo llamado metodista se mantuviera enamorado de Dios, pero le preocupaban los medios para lograrlo. Las ordenanzas de Dios eran aquellas cosas que Wesley identificaba como requeridas del pueblo de Dios. Las clasificó en obras de piedad y obras de misericordia. Hemos llegado a llamarlas disciplinas espirituales internas y externas. Las disciplinas internas eran aquellas cosas que hacíamos dentro del cuerpo de Cristo, a veces a solas, pero más a menudo en pequeños grupos. Estas disciplinas incluían cosas como la adoración y el estudio de la Biblia, la oración y el ayuno. Las disciplinas externas eran cosas que se hacían en comunidades más amplias, visitando a los enfermos o a los encarcelados, dando a la caridad y cuidando de las demás personasde diversas maneras. Todo ello se denominaba medios de gracia.
La gracia, entonces, es cómo experimentamos devolver el amor de Dios. Así pues, estas ordenanzas pretendían movernos a amar más a Dios mediante acciones disciplinadas. Por lo tanto, el pueblo fiel de Dios es el que guarda estas disciplinas, no de forma regimentada o memorística, sino como una forma de expresar y experimentar el amor a Dios y al prójimo, que Jesús nombró la ley más alta de todas.
La adoración es una de las obras de piedad, o disciplinas, pero también puede ser un medio para presentar o animar a otras personas. Una vez más, uno de los principales propósitos de esta serie es celebrar lo que ya está ocurriendo en la vida de la iglesia. Aproveche la oportunidad para elevar las diversas oportunidades de estudio bíblico y bendiga a quienes han estado asistiendo y dirigiendo fielmente esos esfuerzos. Identifique a los guerreros(as)de la oración en la vida de la iglesia, a quienes se puede llamar para que eleven la iglesia y sus ministerios en oración regular. Tal vez pueda animar a otras personas a hacerlo repartiendo tarjetas de oración e invitando a toda la congregación a orar la oración impresa en un momento específico cada semana.
Para algunas personas, estas disciplinas se sentirán como una carga, un deber que hay que cumplir. Para esas personas, sería útil animarlas a considerar un enfoque diferente. Pídales que consideren las obras de misericordia como una forma de disciplinarse a sí mismos y permitir que otras personas les ayuden a mantenerse en el camino. Un Espíritu lleno se refiere a estar en sintonía con el Espíritu en cualquier actividad que hagamos. Se trata de abrirse y dejarse guiar hacia nuevas experiencias, de ver de nuevas maneras, de encontrar conexiones más profundas con quienes están dentro y fuera de nuestra comunidad cristiana. Todo lo que hacemos como cuerpo de Cristo se hace para ampliar nuestro alcance, para invitar a las demás personas a venir y conocer lo que sabemos y experimentar lo que experimentamos. Encontrar maneras de que personas con diferentes formas de relacionarse con el mundo experimenten el amor de Dios es una forma de inclusión, de asegurarse de que no todo el mundo tiene que hacer, actuar o pensar de la misma forma para ser parte del todo.
Nuestro objetivo, por supuesto, es hacer que estas disciplinas, estas ordenanzas, formen parte de nuestras vidas y del testimonio de la comunidad de fe en la vida diaria. Nos fijamos en aquellos entre nosotros para quienes la oración es una forma de vida: se han dedicado al estudio de la Biblia, están profundamente arraigados en las actividades de la fe y se han convertido en ejemplos y mentores para todos nosotros. Estas personas, al igual que todos nosotros, están haciendo discípulos por la forma en que viven sus vidas. Se están haciendo discípulos a sí mismos y por su testimonio, están haciendo discípulos a otros a su alrededor. A través de ellos hemos tenido una experiencia de Dios a través de la Iglesia Metodista Unida y nos alegramos de ello. ¿Cómo podríamos presentar a estos santos entre nosotros durante el culto, incluso a aquellos que no lo buscan? No queremos avergonzarlos, pero sí queremos agradecerles su testimonio y el amor de Dios que irradian. Queremos celebrar su influencia, conexión e impacto en tantas vidas simplemente porque han sido fieles a las ordenanzas de Dios.
El culto de esta semana consiste en alcanzar a Dios de forma que nos beneficie a nosotros mismos y a quienes nos rodean. Se trata de edificar el cuerpo para que todos conozcamos el amor de Dios en nuestra vida diaria. Envié a la gente con el reto de seguir buscando la gracia de Dios mediante la atención regular a estas ordenanzas, proporcionando recursos directos para cumplir ese reto. Al permanecer en el amor de Dios, podemos descubrir. Esto requiere disciplina, pero es realmente más fácil de lo que pensamos.
NOTAS DE PREDICACIÓN
(NOTA: Por favor, comience su preparación del sermón leyendo primero las notas de planificación. El esquema de diseño y la intención de la serie se encuentran allí y son esenciales también para el sermón. Las palabras de la campaña y los temas de los mensajes se esbozan allí y son útiles para la preparación del sermón).
«En esto consiste el amor a Dios: en que obedezcamos sus mandamientos. Y estos no son difíciles de cumplir».(1 Juan 5:3). Tiene sentido que el obispo Job traduzca esta tercera regla general como «Permanecer en el amor a Dios». Ciertamente, de eso tratan las ordenanzas, las disciplinas tal y como las conocemos. Se trata del amor: el amor a Dios que también se expresa en el amor al prójimo. Jesús nos lo enseñó. Son dos caras de la misma moneda, esto del amor.
El problema no es que no lo sepamos. Lo hemos oído desde que empezamos el camino de la fe en cualquier momento de nuestra historia personal. Sabemos que debemos amar a Dios, y sabemos que debemos amar al prójimo. Lo sabemos. Lo que no sabemos, o en el mejor de los casos estamos confundidos, es qué es el amor. O más bien no sabemos cómo se supone que debemos amar a Dios. El amor en nuestra cultura es... desordenado. Emocional, huidizo, dependiente de las circunstancias, sujeto a nuestros estados de ánimo y deseos: el amor es desordenado. Al menos tal y como lo vemos expresado, cantado y representado en nuestros dramas y comedias. Y sí, ya lo hemos explicado antes, lo que es el amor, el amor ágape. Pero vale la pena repetirlo y luego hablar de la disciplina de amar.
Así que, volvamos al capítulo cuatro de esta primera carta de Juan y exploremos este tema del amor un poco más profundamente.
«Queridos hermanos, amémonos los unos a los otros, porque el amor viene de Dios, y todo el que ama ha nacido de él y lo conoce. El que no ama no conoce a Dios, porque Dios es amor. Así manifestó Dios su amor entre nosotros: en que envió a su Hijo unigénito al mundo para que vivamos por medio de él. En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y envió a su Hijo para que fuera ofrecido como sacrificio por el perdón de nuestros pecados. Queridos hermanos, ya que Dios nos ha amado así, también nosotros debemos amarnos los unos a los otros. Nadie ha visto jamás a Dios, pero, si nos amamos los unos a los otros, Dios permanece entre nosotros, y entre nosotros su amor se ha manifestado plenamente …Ese amor se manifiesta plenamente entre nosotros para que en el día del juicio comparezcamos con toda confianza, porque en este mundo hemos vivido como vivió Jesús. En el amor no hay temor, sino que el amor perfecto echa fuera el temor. El que teme espera el castigo, así que no ha sido perfeccionado en el amor.Nosotros amamos porque él nos amó primero». 1ª de Juan 4: 7-12, 17-19, NVI.
¿Demasiado? No lo suficiente, para ser honesto. Lea todo el capítulo 4. Mejor aún, lea toda la carta. Todo el evangelio. Le costará bastante asimilar esta disciplina de amor que estamos llamados a abrazar con todo nuestro ser.
Es cierto que estos versos parecen una noticia vieja, como si ya hubiéramos escuchado todo antes. Pero deje a un lado lo que usted creía saber, lo que cree haber oído antes en estos versículos, y vuelva a mirar. Comience con la más básicas de las declaraciones: «Dios es amor». Es sorprendente, realmente, cuando lo piensas. Juan podría haber dicho: «Dios es poder». O Dios es justicia. Podría haber dicho: «Dios es incognoscible, el misterio inefable del universo». Podría haber dicho casi cualquier cosa, pero no lo hizo. En su lugar, Juan eligió esta pequeña palabra que nos hace tropezar regularmente. «Dios es amor».
No, «Dios ama» o «Dios es la fuente del amor». Sino «Dios es amor». La esencia fundamental de Dios es el amor. Es algo que nos deja atónitos, por no decir otra cosa. Pero Juan no ha terminado con esta afirmación que rompe la tierra, que estabiliza la tierra, que define la tierra. Lo que sea. No se detiene en; «Nadie ha visto jamás a Dios, pero, si nos amamos los unos a los otros, Dios permanece entre nosotros». ¿Qué? Vaya. «Dios vive en nosotros. Porque el amor vive en nosotros». No amamos, o somos la fuente del amor, sino que el amor vive en nosotros.
Y esta es una de sus palabras a las que hay que aferrarse, Juan dice: «Si nos amamos los unos a los otros, Dios permanece entre nosotros, y entre nosotros su amor se ha manifestado plenamente».
De acuerdo, entendimos y todo sonaba bien, prometedor, incluso posible. Hasta que se incluyó la palabra «perfecto». «Su amor es perfecto», paremos ahí y podemos seguir adelante. Dios es perfecto; eso forma parte de nuestra teología fundamental; es lo que pensamos de Dios; Dios es perfecto, y el amor de Dios no puede ser otra cosa que perfecto. Por lo tanto, podríamos pensar: Juan, deténgase ahí y lo haremos bien.
Pero Juan no se detuvo ahí. El amor de Dios se perfecciona en nosotros. En nosotros. Ve, ahora sabemos que Juan está un poco confundido aquí. El amor de Dios podría perfeccionarse en nosotros, en un mundo perfecto, con circunstancias perfectas, y si dejáramos de ser humanos. Entonces tal vez, .... Superman, la mujer maravilla, tal vez serian perfectos. ¿Pero alguien común y viejo como usted y yo? De ninguna manera.
Sabemos que no puede ser verdad porque hemos sufrido demasiadas veces. Nos hemos equivocado demasiadas veces. Nos han herido, nos han perdido, nos han rechazado, nos han dejado de lado. Difícilmente podemos se perfectos. Hemos tropezado con votos y compromisos; nos hemos quedado sin esperanza y sin energía. Nos hemos quedado cortos. ¿Perfectos, perfectas? Ni de lejos.
Es un proceso. Eso es lo que escribió nuestro fundador John Wesley. Estamos «avanzando» hacia la perfección en el amor. Estamos en el camino. Tal vez. Pero si eso es cierto, entonces debemos estar tomando la ruta escénica. Parece que estamos muy lejos. No entendemos muy bien esto del amor. Tenemos problemas con las personas cercanas a nosotros, las personas a las que se supone que debemos amar, por no hablar del resto del mundo: quienes no son como nosotros, quienes nos molestan, quienes parecen demasiado diferentes a nosotros. ¿Cómo podemos amarlos? Porque, ¿quién puede decir que estas personas nos amarán a nosotros?
¿No es así como se supone que funciona? ¿No amamos para ser amados? ¿No hay ganadores y perdedores en este juego del amor? A menos que no sea realmente un juego. No hay puntuación que llevar, ni estadísticas que medir. No hay ganadores ni perdedores. Sólo hay amor. Amor por amor. Amor para permitir que Dios se instale en nosotros. Amar para ser como Dios.
¿Qué es el amor perfecto? ¿Es el amor que no comete errores? No, no mientras seamos humanos; los errores forman parte del diseño. ¿Es el amor que nunca es rechazado? No, incluso el amor de Dios ha sido y es continuamente rechazado. ¿Es el amor que nunca sufre, que nunca duele? Cristo en la cruz nos muestra que el amor perfecto es el amor dispuesto a sufrir por quienes son amados y amadas.
Juan parece decir que el amor perfecto es el amor que nunca termina. «Ese amor se manifiesta plenamente entre nosotros para que en el día del juicio comparezcamos con toda confianza, porque en este mundo hemos vivido como vivió Jesús». (Versículos 17-18). El amor dura hasta la eternidad. El amor nunca se rinde, ni siquiera cuando duele, incluso cuando parece inútil.
«El amor perfecto echa fuera el temor». ¿Qué significa eso, me pregunto? Tal vez lo que significa es que cuando permitimos que Dios realice su amor en y a través de nosotros y nosotras, entonces no habrá un momento en el que tengamos que preguntarnos si debemos amar, si debemos actuar por amor. No tendremos miedo de que haya suficiente amor para todas las personas. No tendremos miedo de que nuestro amor sea inadecuado ante la indiferencia, la ruptura o el mal. Porque al final no es nuestro amor. Es el Dios que habita en nosotros el que nos permite amar. No tendremos miedo de que se nos acabe porque conocemos una fuente inagotable. Amados y amadas, permitamos amar.
Estos son los mandamientos que estamos llamados a cumplir; estas son las ordenanzas que nos ayudarán a permanecer en el amor con Dios. Wesley sabía que esto llevaría tiempo. Wesley sabía que esto sería un proceso. Wesley sabía que tendríamos que trabajar en ello día a día, todos los días de nuestra vida, y, aun así, a veces nos sentiríamos tan lejos que perderíamos de vista cómo es el amor.
Sin embargo, Juan dice que conquistaremos el mundo con este amor, esta disciplina, con esta fe. Conquistar el mundo. El mundo dentro de nosotros y el mundo que nos rodea. Eso es lo que estamos trabajando al atender las ordenanzas de Dios.
Esta serie de sermones forma parte de la campaña #BeUMC y está diseñada para ayudarnos a celebrar cómo vivimos ese llamado como comunidades de fe en todo el mundo y para desafiarnos a ir más allá, a profundizar en nuestra expresión de la fe en la vida diaria. Versión original en inglés disponible en la página web de Ministerios de Discipulado.