Valores: Misionero, Comprometido, Conexional, Generoso
Dios, a quien sirvo de corazón predicando el evangelio de su Hijo, me es testigo de que los recuerdo a ustedes sin cesar. Siempre pido en mis oraciones que, si es la voluntad de Dios, por fin se me abra ahora el camino para ir a visitarlos. Tengo muchos deseos de verlos para impartirles algún don espiritual que los fortalezca; mejor dicho, para que unos a otros nos animemos con la fe que compartimos. Quiero que sepan, hermanos, que aunque hasta ahora no he podido visitarlos, muchas veces me he propuesto hacerlo, para recoger algún fruto entre ustedes, tal como lo he recogido entre las otras naciones. Estoy en deuda con todos, sean cultos o incultos,[c] instruidos o ignorantes. De allí mi gran anhelo de predicarles el evangelio también a ustedes que están en Roma. A la verdad, no me avergüenzo del evangelio, pues es poder de Dios para la salvación de todos los que creen: de los judíos primeramente, pero también de los gentiles. De hecho, en el evangelio se revela la justicia que proviene de Dios, la cual es por fe de principio a fin,[d] tal como está escrito: «El justo vivirá por la fe». La ira de Dios contra la humanidad. Ciertamente, la ira de Dios viene revelándose desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los seres humanos, que con su maldad obstruyen la verdad. Me explico: lo que se puede conocer acerca de Dios es evidente para ellos, pues él mismo se lo ha revelado. Porque desde la creación del mundo las cualidades invisibles de Dios, es decir, su eterno poder y su naturaleza divina, se perciben claramente a través de lo que él creó, de modo que nadie tiene excusa. A pesar de haber conocido a Dios, no lo glorificaron como a Dios ni le dieron gracias, sino que se extraviaron en sus inútiles razonamientos, y se les oscureció su insensato corazón. — Romanos 12:9-21, NVI
NOTAS DE PLANIFICACIÓN
A veces, es difícil negar la simplicidad del evangelio. Haz el bien. ¿Qué puede ser más directo? Se podría argumentar que este es también uno de los mensajes de «Nike»: «¡Sólo hazlo!» Pero prepárate para la siguiente pregunta: «¿Hacer qué?» A veces, el bien que debemos hacer parece obvio; otras veces, tenemos que pensar, planificar y preguntarnos qué podemos hacer que sea bueno pero que no cause daño en otra parte. Es un poco complejo. Tenemos que prestar atención.
Sin embargo, es importante que esta semana no se convierta en una carga para la congregación. Sí, siempre hay más cosas buenas que podríamos hacer y necesitamos que se nos recuerde que estamos llamados a trabajar en el mundo. Pero esperamos que el impulso de este momento de adoración sea una celebración del bien que hemos estado haciendo todo este tiempo. Por eso hemos elegido la palabra «misionero» para el culto de esta semana. Misionero puede referirse tanto al enfoque de hacer discípulos que impulsa todos los ministerios y misioneras de la iglesia como a los diversos actos de servicio en los que la iglesia está comprometida cada semana. Este podría ser el momento de hacer un inventario de la misión. Reúna una lista de los trabajos misioneros activos en los que participa la iglesia. Pregunte a su alrededor; puede haber grupos de la escuela dominical o grupos de pacto que hayan emprendido una misión de la que no hayan informado a nadie. ¿En qué trabajos misioneros participan los padres de familia del preescolar sin quejarse? Por supuesto, no debe olvidar las misiones de toda la iglesia, como el trabajo en el banco de alimentos o las colectas de diversos tipos. Pregunte a las Mujeres Metodistas Unidas cuántas labores misioneras pueden nombrar que hayan emprendido sus diversos círculos y colaboradores. Consulte con el grupo de jóvenes o los adultos mayores. ¿Quiénes son los individuos con mentalidad misionera que siempre se involucran en la comunidad? Algunos de estas personas pueden estar comprometidas debido a su posición o cargo; muchas otras están
Pero ¿qué hacer con la lista de personas que ayudan en misiones? ¿Qué hacer por los misioneros de su comunidad? ¿Les da las gracias, bendice, anima y ofrece apoyo? ¿Por qué no hacer un servicio de consagración, pero en lugar de comisionar a un grupo para ir a un viaje misionero una vez al año, comisionar a esas personas activas para que sigan haciendo las misiones, pero ahora con la bendición y el apoyo de la iglesia? ¿Y si comisiona a toda la congregación? Hacer que todos se inclinen ante la Mesa del Señor y reciban una bendición de sustento para ir a hacer el bien en el mundo, en su mundo. Podría ser un recordatorio poderoso de que estamos llamados y llamadas a utilizar nuestra influencia, conexión e impacto no sólo en ocasiones especiales, sino todos los días.
Muchas iglesias oran la Oración de pacto (Himno Metodista Unido 670, «Id por Dios») al comienzo del año como una forma de recordar que deben hacer el bien donde y cada vez que puedan. Tal vez este sea un buen momento para volver a orar esta oración como una forma de recordarnos a nosotros mismos que estamos comprometidos y que vivimos ese compromiso diariamente.
Es importante destacar que nuestra influencia es más fuerte cuando trabajamos unidos. El Evangelio se opone al impulso individualizador de nuestra sociedad. Somos un pueblo conectado. La propia definición de nuestra denominación es la de una iglesia unida. Por lo tanto, para ser fieles a nuestra herencia y creencias, nuestra experiencia de Dios a través de la Iglesia Metodista Unida es comunitaria. El concepto «nosotros y nosostras» debe ser la fuerza motriz más que el «yo». Cuando celebre las obras misioneras de su iglesia, incluya siempre una invitación a participar y unirse. La frase «cuantos más seamos, mejor» puede ser una motivación, pero es más profunda que eso. Es la admisión, para la mayoría de las personas casi siempre experimentamos a Dios a través de otras personas y no simplemente por nuestra cuenta.
La formación de discípulos y discípulas de Cristo, por tanto, no es sólo una experiencia individual, sino una experiencia colectiva y compartida de crecimiento, con la profundización de la comprensión y aceptación. Nos resulta más fácil centrarnos en la inclusión cuando recordamos que hemos sido incluidos y que seríamos menos de lo que somos si no estuviera todo el cuerpo de Cristo a nuestro alrededor.
Un aspecto del trabajo misionero que no debe pasarse por alto es la ofrenda que hacemos cada semana. El momento de la ofrenda no es simplemente una pausa comercial, sino una oportunidad para adorar a Dios a través de los corazones y manos generosas. Incluso si desde la pandemia ha recurrido a modelos de ofrendas en línea, asegúrese de dedicar un momento a elevar la ofrenda como un acto de adoración y una forma de hacer el bien. No todo lo que damos sale de las instalaciones, lo sabemos. Pero si nuestra estructura es una de las herramientas que utilizamos para hacer el trabajo misionero y para hacer el bien en nuestra comunidad, entonces el mantenimiento de las instalaciones y la dotación de personal de los ministerios y misioneras de la iglesia es hacer el bien. Demos gracias por las almas generosas que ayudan a mantener todo lo que hacemos en la iglesia y en la comunidad en general.
NOTAS DE PREDICACIÓN
(NOTA: Por favor, comience la preparación del sermón leyendo primero las notas de planificación. El esquema de diseño y la intención de la serie se encuentran ahí y son esenciales también para el sermón. Las palabras de la campaña y los temas de los mensajes se bosquejan en las notas y son útiles para la preparación del sermón).
También en este caso, «Hacer el bien» puede simplificarse demasiado. No siempre es tan fácil como parece. El bien a menudo nos elude, nos desafía, nos exige mucho de lo que quizá no estemos dispuestos a dar. Sin embargo, ahí está, vergonzoso en su simplicidad. «Haga el bien». ¿Fin del sermón?, tal vez. Eso podría ser memorable, ¿no cree? Mientras la multitud reunida se desplaza en silencio, esperando la palabra del Señor, que vinieron a escuchar. Y el predicador se dirige al estrado, al centro del coro, al pasillo para estar entre la gente, o mira atentamente a la cámara que transmite en directo a los hogares de toda la comunidad o incluso del mundo. Y del silencio, llega la voz: «Haga el bien». A esto le sigue una mirada intensa y luego un rápido regreso a su asiento. Es mejor creer que la gente hablará de ese sermón durante mucho tiempo.
Pero hablar del sermón e incorporarlo a sus vidas no es necesariamente lo mismo. Por lo tanto, hay más trabajo que hacer. Como mínimo, leer nuevamente el texto de Romanos. Esto parece un discurso motivacional. Pablo está reuniendo a las tropas, avivando el entusiasmo, preparando a la gente para salir y hacer el bien. Pero en realidad hay algo más que una charla de ánimo para que todos vayan y hagan lo que habrían hecho de todos modos. Lo que Pablo está describiendo en estos versículos, y lo que la Regla General misma implica, es que hacer el bien no es la forma en que la mayoría de la gente vive en este mundo. Ni siquiera es como vivimos la mayor parte del tiempo, si somos sinceros con nosotros mismos. La sociedad que hemos creado se rige por otras reglas.
«¡Te voy a devorar, caperucita roja y ya devoré a tu abuelita!» Mencione esta cita. Por supuesto, muchos de nosotros reconocemos en ella al lobo feroz de Caperucita roja. Luego pruebe con esta: «No paguéis a nadie mal por mal, procuren hacer lo bueno delante de todos». (Romanos 12:17). Es un poco exagerado, ¿no cree? Ya estábamos riendo de la primera cita en nuestras cabezas, frotándonos las manos y representando la voz siniestra del lobo feroz. Puede que incluso estuviéramos conspirando un poco, e incluso hubiéramos seleccionado a nuestra «caperucita roja» para atraparla.
Parece que estamos en conexión de esa manera, o al menos hemos sido moldeados así por la cultura en la que vivimos. Queremos que la gente pague. Queremos vengarnos. Queremos que la gente sufra como nosotros hemos sufrido. ¿No es así? Bueno, no es así. Pero parece ser una mentalidad que nos atrapa de vez en cuando. Cuando vemos la campaña política del «ojo por ojo», nos vemos atrapados en ella. Nuestro candidato tiene que ser fuerte, tiene que atacar, o de lo contrario nos preguntaremos si ese candidato puede ocupar el cargo. El barro debe zarpar; la artillería debe salir a relucir; o nos preguntaremos sobre la determinación de nuestro candidato. Nos preguntamos sobre el poder. Ciertamente Lo hacemos.
Lo que tenemos que preguntarnos es si hay otra forma de vivir, otra forma de ser. Y por supuesto, la hay. Pablo la describe en este texto. Pablo enumera las formas en que estamos llamados a vivir en el mundo actual; las formas en que estamos llamados a vivir si queremos ser conocidos y conocidas como seguidores de Jesucristo. Tenemos que guiarnos, no por los caminos del mundo, sino por el ejemplo de Cristo. Y aunque conocemos estas palabras, las actitudes y los estilos de vida que se nos presentan seguirían siendo chocantes en nuestro mundo actual.
Después de hacer una declaración general o de poner la vara lo más alto posible, Pablo se pone a concretar. La declaración general, que también es específica en cierto modo, es «que el amor sea genuino». Eso es bastante sorprendente cuando se piensa en ello. «No lo finjan», dice. No vayan a medias en esto de amar. Hágalo real, sea sincero(a), ponga todo su ser en ello. Ame genuinamente. ¿lo entiende?
Ahora, dice Pablo, «Ámense sinceramente unos a otros. Aborrezcan lo malo y apéguense a lo bueno». Divida nuestras responsabilidades en internas y externas, y esa es una declaración de tipo interno. Uno de los problemas que tenemos al ser cristianos en el mundo de hoy es la tendencia a hacer el trabajo interior fuera y hacer el trabajo exterior dentro. Vamos a explicar lo que significa esto.
Pablo está estableciendo reglas de comportamiento para la comunidad de fe. Así es como debemos ser. Describe la vida dentro de la comunidad de forma dinámica y poderosa. Estamos conectados; somos responsables; nos implicamos en la vida de las demás personas. Este difícil trabajo de odiar el mal y aferrarse al bien es un trabajo interno. No es un llamado para ir a cambiar el mundo; es un llamado para limpiar nuestra propia casa. Se nos llama a no dejar que el daño que el mundo permite se cuele en los bordes de nuestro pensamiento. Estamos llamados a erradicarlo, a oponernos a él, a llamarnos unos a otros a un nivel más alto. Se nos ha llamado a transformar vidas.
Ahora bien, Pablo se apresura a señalar que la metodología para este cambio es siempre el amor. Nuestras herramientas son el respeto, el honor, la paciencia y la oración, no el juicio, el castigo ni la venganza. Pero, de nuevo, ponemos todo nuestro ser en este proceso. Nos volcamos en la comunidad, en aquellas personas que dentro de ella luchan por aprender a vivir y a amar como Cristo nos llama a hacerlo. Y nunca nos rendimos. Aquí es donde hay que recordar eso de contar. Ya sabes: «¿Cuántas veces debo perdonar a mi hermano cuando peca contra mí?». «Más de las que puedas contar», dice Jesús. Pablo lo dice así: «Nunca dejen de ser diligentes; antes bien, sirvan al Señor con el fervor que da el Espíritu». (Versículo 11).
Como apunte, esta última frase podría interpretarse de otra manera. La traducción del griego original es un proceso difícil, en parte porque no utilizaban signos de puntuación ni espacios cuando escribían (el papel era un recurso precioso). También utilizaban abreviaturas en ocasiones. La palabra es, «krs», que aquí se interpreta como «kurios» o Señor, pero podría haber sido «kairos» o tiempo. Pablo podría haber estado diciendo: «No esperes; aprovecha las oportunidades que se presentan, sirve al tiempo». De cualquier manera, servir al Señor o aprovechar las oportunidades encajaría en este contexto, así que ¡por qué no tomarlo en ambos sentidos! Pongamos manos a la obra sirviendo al Señor mientras trabajamos en las vidas de quienes dentro de la comunidad necesitan nuestra atención.
Pero para que no pensemos que nuestro trabajo está todo centrado en el interior, según Pablo, nos hace mover rápidamente. En primer lugar, el llamado es a prestar atención al umbral. De hecho, se podría argumentar que el verdadero trabajo de la iglesia no tiene lugar dentro, ni siquiera fuera, sino en el umbral. La vida de la iglesia se encuentra en la forma en que se acoge e incluye al invitado. El espíritu de la iglesia lo sienten las personas de afuera que se encuentran en situación de necesidad o simplemente en la proximidad de la iglesia y son atrapadas por la generosa hospitalidad que las atrae.
Ahora, una vez abierta la puerta, Pablo va con entusiasmo y oportunidad, impulsándonos en su estela. A partir del versículo catorce, ahora vivimos en el mundo que nos rodea. Obsérvese que no hay espíritu de cruzada para vivir en el mundo. Sólo hay servicio, amor, honor y respeto. Las mismas herramientas que tomamos en el interior, las usamos con aún más sensibilidad. Alégrense con los que se alegran; lloren con los que lloran; asóciense con los humildes; y entonces empezaremos a evitar toda la situación de la venganza.
Lo que hay detrás de la idea de Pablo es que nos van a hacer daño. Esa es la parte con la que luchamos. Estaría dispuesto a hacer muchas más misiones si no me costara tanto. ¿No es así? Estaría más dispuesto a compartir la fe, a confiar en mi prójimo, a sacrificarme por quienes lo necesitan si no se aprovecharan de mí; si no me desestabilizaran; si supiera que todo va a funcionar a mi favor, o al menos a causarme un daño mínimo. Pero esa nunca ha sido la promesa. La seguridad nunca fue una de las principales preocupaciones de Jesús. ¿Por qué otra razón Pablo nos diría cómo responder si nos aseguraba que las cosas nunca saldrían mal?
Nadie dijo que esto sería fácil. Sólo que merece la pena. Vivir en armonía, incluso con quienes no quieren vivir en armonía con nosotros y nosotras, vale el esfuerzo que supone. Amar vale el esfuerzo y el rechazo que recibimos. La esperanza vale el esfuerzo, incluso cuando la desesperación parece mucho más lógica. Es decir: hacer el bien vale la pena por sí mismo.
Esto nos lleva por fin a esas brasas: Hay que preguntarse si habría sido mejor que Pablo no hubiera mencionado lo de las brasas. Parece llevar a un regocijo más malicioso de lo que debería. «Matarlos con amabilidad» sigue siendo matarlos. Pero tal vez lo que realmente estaba diciendo era que el frío placer que sentimos al vengarnos no es nada comparado con la cálida alegría de servir, curar o ayudar. Así que, adelante, amontonen algunas brasas. ¡Nos hará bien a todas las personas!
Esta serie de sermones forma parte de la campaña #BeUMC y está diseñada para ayudarnos a celebrar cómo vivimos ese llamado como comunidades de fe en todo el mundo y para desafiarnos a ir más allá, a profundizar en nuestra expresión de la fe en la vida diaria. Versión original en inglés disponible en la página web de Ministerios de Discipulado.